Introducción:
Después de haberles revelado el Plan de Salvación, en donde Dios: “Según el puro afecto de su voluntad” (v.5), de haber escogido al creyente: “Antes de la fundación del mundo” “Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos” (v.4-5); les hace ver la necesidad de: “Conocer las dimensiones de esa salvación que Dios ha dado al creyente en Cristo, quien nos salvó” (v.16-18).
Este conocimiento hace que el creyente pueda, con toda libertad, entregarse a Dios y a su obra, que si es posible, entregar su vida por la causa de Cristo como nos muestran los mismos apóstoles, que manifestaban, diciendo: “Porque yo estoy dispuesto no solo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (Hech.21:13-14).
Cuerpo:
v.15-18. Fe y Amor en Cristo. Los hermanos de Éfeso eran un testimonio vivo de fe y amor en el Señor Jesús; y fue la causa por el cual Pablo oraba por ellos de: “Que Dios les revelara las riquezas de su gloria y la esperanza a que él los había llamado” (17-18).
La mayoría de los cristianos desean tener dichas revelaciones, que las puertas de los cielos se abran; sin embargo llevan una vida constante de incredulidad (dudan, no le creen a Dios), y esta actitud hace que tengan a Dios por mentiroso, esa es la gravedad del asunto. Y esto lleva a que tengan un amor superficial con los hermanos, acarreando raíces de amarguras y terminando en serias divisiones. La fe lleva a practicar la fraternidad, y como está escrito: “Cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ecles.4:12).
v.18-20. Una herencia superior a la del mundo. Fue lo que Cristo conquistó para el creyente, en la cruz. Una herencia segura, la vida eterna: Ciudadanos de la patria celestial. Dios operó con su poder sin ningún límite al resucitar de los muertos al Señor Jesucristo; su resurrección, nos hace tener una esperanza segura.
v.20-23. La plenitud de Cristo. Él lo llena todo, pues está sobre todo principado, autoridad, poder y señorío; sobre todo nombre que se nombra, de tal manera que él lo llena todo. Los poderes que se levantan del mundo, influenciados por Satanás, siempre han procurado la eliminación del pueblo de Dios, y así como Israel han sobrevivido, así Dios también ha cuidado de los redimidos. Solo cuando el pueblo ha sufrido la muerte en la persecución, ha sido porque Dios lo ha permitido con propósito de que se cumpla todo lo que él ha determinado para el triunfo total y final de la Iglesia del Señor Jesús.
El sufrir estas persecuciones, no significa una derrota, pues para derrotar a la Iglesia del Señor Jesús, tienen que derrotar a su Salvador, y eso es imposible. La Biblia dice:
“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom.8:37)
Conclusión:
Cuando el cristiano conoce lo que Dios ha hecho en su vida y lo que le ha dado, tiene la fuerza y el ánimo de servir y honrar a Dios no importando las circunstancias adversas que esté atravesando. Los mártires de la Iglesia Primitiva dieron un gran ejemplo y lección a los verdugos de su época, y al no entender esa disposición de no solo ser encarcelados, o encadenados y azotados, también estaban dispuestos a morir por la causa de Cristo, sabiendo que lo que le esperaba era mejor y superior a la vida de este mundo.
Pero la mayoría no tienen esa fuerza ni ese ánimo, porque no se interesaron en conocer el propósito de Dios, ni tampoco el propósito de la cruz, la cual menosprecian con sus hechos y acciones.