Introducción:
La oración comúnmente se ha utilizado para asuntos temporales: Por sanidad, provisión y solución a los diversos problemas que nos aquejan.
Y, está bien orar por las diferentes necesidades que nos aquejan, el apóstol Pablo dice que: “Sean conocidas nuestras peticiones por Dios”. Pero el problema es que nos hemos descuidado y olvidado al mismo tiempo, de lo principal, de lo más importante: Nuestra vida espiritual, del crecimiento y de la visión.
Cuando las Escrituras nos hablan del Señor Jesús y de Juan el Bautista, cuando aún eran niños, dicen: “Crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Luc.2:40, 52) (Luc.1:80, Juan Bautista). Además del crecimiento físico, estaba el crecimiento espiritual.
Cuerpo:
v.18. Súplicas en el Espíritu. Orando por todos los santos. Tanto el cristiano como la iglesia misma, tienen una tarea en este mundo, ha recibido una vocación en las cuales necesita: “Respaldo y visión, éste último de conocer el propósito de Dios en su vida. Necesita de principios que nutrirán el alma y la fe del creyente.
Esta generación de cristianos, teniendo toda la información y material en sus manos con respecto a lo bíblico, está vacía, sedienta y perdida; no conoce a su Salvador, están sumidos en las cosas temporales de este mundo.
En los años 70 y las décadas atrás, había una revelación, conversión y entrega genuina; pero en los tiempos presentes, la vida con Cristo ha sido reducida en ellos a una religión más de las que existen.
Se necesita un avivamiento, empezando por el ministerio entregados a hacer de la religión una distracción, entretenimiento y negocio; una vez más se necesitan ministros con un azote de cuerdas, para llevar la restauración de los hombres, purificando los corazones (Jn.2:15). El cristiano necesita reaccionar, como el hijo pródigo: “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre…” (Luc.15:17-20).
v.19-20. Por la proclamación del evangelio. Pablo había sido hecho embajador del evangelio, estaba preso en Roma, sin embargo todavía tenía algunos de los privilegios y uno de ellos, era que podía recibir a grupos de gentes interesados por el evangelio, ya que todavía era como un misterio, mayormente para los judíos. Además, de ese lugar, escribió y envió las epístolas a las iglesias. Y vemos que pide que se ore por él, mayormente por lo espiritual: “Y por mí, a fin de abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio” No dudamos que las iglesias oraban por su condición de preso en Roma; pero Pablo pedía que se orara en súplica en el Espíritu, es decir, con intensidad y perseverancia de poder dar a conocer la Salvación y que los judíos pudiesen encontrar a través de su predicación, en las Escrituras, que Jesucristo era el Mesías prometido, de lo que hablaron los profetas.
v.21-24. Mantenerse dentro de los propósitos de Dios. Que se mantuviera la paz con Dios; refiere a la reconciliación que habían alcanzado a través de Jesús, que nada ni nadie los apartara de esa relación. Pablo, al comienzo de su ministerio, sintió que no podía continuar, sentía que era demasiado para él, pero la respuesta del Señor fue: ¡Bástate mi gracia! Podemos sentir que podemos perder todo, aún la vida misma, pero debe ser suficiente la Gracia de Dios: Salvación y vida eterna que nos fue dado.
Amor con fe; un amor fraternal genuino con el prójimo. El apóstol Juan nos hace la exhortación al decirnos: ¿Cómo puedes amar a Dios a quien no has visto? Cuando no amas a tu prójimo a quien has visto. El mandamiento es este: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
Son principios que harán que crezcamos cada día tanto en el conocimiento como en nuestra vida espiritual (Madurez espiritual). Vivir una verdadera riqueza espiritual.