Introducción:
El rey David antes de morir, pidió a Dios por su hijo Salomón. Todo padre se preocupa por el bienestar y el futuro de sus hijos ya sea que tengan una vida estable, un título y un buen trabajo. Hasta llegar a gozar de una vida de alta calidad, mejor de la que sus padres pudieron tener.
Pero es la vida en Cristo la que deberá ser la prioridad. Como David lo hizo con su hijo, al pedirle a Dios por él: “Da a mi hijo Salomón corazón perfecto” (Cap.29:19).
El Señor Jesucristo exhorta al creyente, diciendo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat.6:33). Dios conoce nuestras otras necesidades, de las cuales esta dispuestos a ayudarnos. Pero el cristiano deberá tener claro de su prioridad en la vida: Lo espiritual.
En este siglo la mayoría de los cristianos tienen una lista de prioridades, en la cual no aparece lo espiritual. Los mismos líderes han contribuido a este afán de tener y acumular riquezas en vez de perfeccionar la relación con Dios. Ahora el mensaje es: “Buscad primero las otras cosas de que tenéis necesidad y la relación con Dios será añadido”.
Cuerpo:
1Crón.29:19 Un corazón perfecto ante Dios. El rey David se preocupa por su hijo, en que este no se aleje de Dios, sino todo lo contrario, le honre y le sirva con ánimo voluntario (1Crón.28:9).
David sabía lo que era vivir en abundancia y poder, sin embargo estas cosas no le habían dado seguridad a como su fe en Dios lo hizo. El mismo declaró, diciendo: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salm.37:25).
2Crón.1:7 Dios prueba a Salomón. Llegó el tiempo en que Salomón eligiera la vida que quería, seguiría las huellas de su padre con Dios o tomaría diferente camino.
Subió al lugar donde estaba el tabernáculo de Dios, en el altar de bronce, y después de ofrecer holocaustos, se fue a dormir y ahí se le apareció Dios, diciéndole: “Pídeme lo que quieras que yo te dé”.
Lo hizo para probar lo que había en su corazón, si bien Dios conoce lo que hay aún en nuestros pensamientos, lo que hizo fue que saliera a luz sus verdaderas intenciones, lo secreto de su corazón. Es muy importante manifestar lo que tenemos en el corazón: Recordemos la confesión de fe para salvación; “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Rom.10:9-10).
v.10. Sabiduría y conocimiento. Eligió y decidió servir, en su reino, a Dios. Así que pidió dos cosas para poder honrarlo con su vida:
- Sabiduría. La toma de buenas decisiones compatibles con la voluntad de Dios. Decidió reinar con Dios y que sea evidente su temor a él ante el pueblo.
- Conocimiento. Ser excelente en realizar las obras en las cuales honraría a Dios. Al edificar el templo, todo lo hizo de acuerdo como Dios le había ordenado a Moisés, ni una cosa más ni una cosa menos. En las buenas intenciones que tengamos de honrar a Dios, debe hacerse como Dios espera que se hagan. David lo experimento en aquella tragedia en donde Dios mató a Uza, al haber este tocado el Arca de la Alianza, pensando que podía caer.
¿En qué se falló? Las buenas intenciones que tuvo David de trasladar el Arca a Jerusalén. Suena extraño que la tragedia se dio por las buenas intenciones; pero la tragedia no estuvo ahí, sino de cómo se trasladaría el Arca. Dios había dado mandamientos, de que el Arca sería cargada en hombros de los levitas, pero a David, en sus buenas intenciones, se le ocurrió trasladarla en un carruaje nuevo. ¿Qué hubo? Desobediencia (1Crón.13:7-14).
Salomón pidió conocimiento, para tener cuidado de realizar las tareas encomendadas de acuerdo a los propósitos de Dios.
v.11-13. Resultados cuando se honra a Dios. “Y dijo Dios a Salomón: “Por cuanto hubo esto en tu corazón, y no pediste riquezas, bienes o gloria, ni la vida de los que te quieren mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido para ti sabiduría y ciencia para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he puesto por rey” (v.11).
La complacencia de Dios con aquellos que le honran, tal como un hijo a padre. Eso se deprende de un corazón sano, libre de egoísmo y de malas intenciones.