Introducción:
En la generación del rey David, nos muestra que no todo fue color de rosa, sino que, todo lo contrario; al analizar esta generación parecería que la línea mesiánica llegaría a su fin con David.
Dos hijos de él, se rebelaron de una forma violenta, arrastrando para sí, a personas importantes del reino y parte del ejército de Israel. Estos dos hijos son: Absalón y Adonías (v.2). (2Sam.15:1-6,10-12 y 1Rey.1:5-7,9).
Y si pensamos en Salomón, su madre Betsabé (Betsúa), fue mujer de Urías a quien David mandó a matar debido a su adulterio con ella y quedar embarazada. A pesar de ese mal proceder de ellos, la ley salva a Salomón, pues dice: “El hijo no llevará el pecado del padre” (Ezq.18:20).
Cuerpo:
v.2. Falta de integridad. Absalón aspiraba el trono del reino como muchos, el apóstol Pablo dice: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado buena obra desea” (1Tim.3:1-7). Entonces, el problema no era el tener tal aspiración, sino las intenciones que tiene la persona. Absalón cometió muchas faltas graves, de las cuales nunca se arrepintió. Él era de buen parecer, tenía imagen y facilidad de persuadir; pero su falta de integridad, lo hacían no apto para el trono. En David, el Señor encontró una persona íntegra, que le serviría con lealtad: “Él hará todo lo que yo diga (Decía el Señor)”. Además, Absalón menospreciaba el consejo de los sabios.
v.2-b. Falta de virtud. Adonías, era una persona que hacía lo que quería, todo lo hacía a su manera y a igual que su hermano Absalón, menospreciaba el consejo. Muchos le sirven a Dios y le honran, el problema que lo hace a su manera y no como Dios quiere que se le honre.
Vemos pues, en conclusión, que estos dos hijos de David, si bien que deseaban el trono, pero sus acciones y actitudes los descalificaban.
v.5. El modelo cristiano. Salomón mostró con su actitud, que era el elegido no solo de su padre, sino sobre todo, de Dios, para ocupar el trono. Era un joven hambriento de sabiduría, el cual, alcanzó su plenitud al pedírsela a Dios; su preocupación era el poder gobernar con Dios al pueblo de Israel.
Esa es la diferencia de muchos que sueñan un ministerio, pero no se preocupan de poderlo hacer con Dios; sino que, sueñan en poder influir, atraer a los demás hacia su persona, sueñan con ser admirados y aplaudidos, sueñan con ser amados.
Cuando a Juan el Bautista le llegaron a decir que Jesús bautizaba más gente que él, respondió: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengue” (Jn.3:30).
Salomón mostró su dependencia hacia Dios, al orar por sabiduría, la cual dice la Biblia: “Es el temor a Jehová”. Y mostró obediencia al construir el templo tal como se lo ordenó su padre David, a como Dios había ordenado. Son cualidades y actitudes que necesitan los que anhelan el trono, en este caso, un Ministerio. Muchos cristianos quieren gozar del respaldo de Dios, pero no quieren cambiar de actitud, y desechan el consejo.