Introducción:
Este capítulo 14, nos muestra la gran victoria del rey David sobre el ejército filisteo.
Y nos enseña que la victoria en el campo de batalla, se obtiene en la oración a Dios. Siempre ha sido una lógica que es en el campo de batalla, pero David, en su dependencia hacia Dios, la obtenía en la oración.
Recordemos el llamado de nuestro Señor Jesucristo, al decir: “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat.6:33). Y más adelante, también dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn.6:63).
Por esto Dios nos dio la fe, para que confiáramos en él y en su palabra que nos dice: “En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom.8:37).
Cuerpo:
v.8-11. Buscar la respuesta en Dios. Es lo que nos enseña David, que ante de ir a la batalla contra los filisteos que venía contra él, dice: “Entonces David consultó a Dios” (v.10). Una vez consultado a Dios, David guio al ejército a la batalla, la cual obtuvo una gran victoria: “Dios rompió mis enemigos por mi mano, como se rompen las aguas” (v.11).
El principio de la oración se mantiene, el cristiano necesita depender siempre de Dios; las armas humanas son obsoletas, y a la mayoría les ha costado aceptar estas dos verdades de Dios; siempre el hombre es dado a desviarse al pretender interpretar las Escritura a su conveniencia, y los resultados han sido frustrantes y doloroso.
Los problemas aparecen sorprendiéndonos y nos llenan de preocupaciones y ansiedades; pero David nos muestra, en medio de la angustia de ser invadidos para ser destruidos, que en Dios se encontrará siempre la salida, de acuerdo a sus propósitos.
v.13-17. Un enemigo hostil. Los filisteos volvieron agruparse para pretender invadir una vez más y destruir al pueblo de Israel. Y una vez más, David volvió a consultar a Dios. Muchos pudieron haber pensado que no era necesario, pues era evidente, de que era voluntad de Dios ir contra el enemigo y así defender al pueblo y reino de David. Sin embargo, el rey prefirió volver a orar a Dios, y como vemos, si bien tenía que ir a la guerra, pero Dios le dio estrategia diferente de enfrentarlos; esta vez, Dios mismo intervendría.
La victoria fue contundente y los filisteos sufrieron una de las mayores derrotas de parte del pueblo de Israel.
A veces, ante la hostilidad de las circunstancias adversas, muchos se dan por vencidos, pero el Señor Jesucristo, en la parábola de la viuda y el juez injusto, que nuestras oraciones tienen que ser constantes: “Refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. Pues Dios hará justicia a sus escogidos: “Que claman a él día y noche” (Luc.18:1 – 8).
v.12. Desechar todo aquello que quiera sustituir a Dios. Esto ha sido pasado muchas veces por alto, no solo hacer referencia del texto, sino en la práctica. En los tiempos del rey Saúl, se quemaban inciensos a los dioses tanto de los filisteos como de los otros pueblos. Aun, el mismo rey Saúl, en vez de consultar a Dios, fue a buscar a una hechicera. David, como celoso de Dios, y conociendo la orden dada por medio de Moisés, no solo de desechar los ídolos, sino también destruirlos o quemarlos. Y posiblemente, muchos, al tomar despojos del ejército filisteo, tomaron también ídolos. Y ordenó que todos los dioses fuesen quemados, y quitar así al anatema.
Como cristianos, somos llamados a desechar todo aquello que pretenda sustituir en nuestros corazones a Dios. Nuestra fe debe estar siempre en Dios.