Introducción:
La obra de Cristo en la cruz, fue para liberarnos de la esclavitud del pecado, y para darnos vida eterna.
Esta expiación que realizó nuestro Señor Jesucristo, ha sido mal interpretada ya sea intencionalmente o por ignorancia del conocimiento de los principios de Dios.
La liberación del pecado, no solo nos hizo que recibiésemos el perdón, sino también que el pecado no se enseñoree del creyente: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. (Rom.6:12-14 Leer todo cap.6).
Nahas, rey de Amón había fallecido, al llegar la noticia al rey David, este recordó que Nahas había hecho misericordia con él. Así que envió embajadores a Hanún hijo del Nahas para mostrar respeto y consolación (v.1-2).
David nunca esperó una respuesta negativa de parte del nuevo rey de Amón, quien mal aconsejado por los príncipes, humilló a los embajadores que él le había enviado. Desde que el hombre pecó, ha sido impredecible.
El creyente debe cuidarse, tenemos como guianza la palabra de Dios y al Espíritu Santo, para poder contener los impulsos del corazón a actitudes aborrecibles. El apóstol Pablo exhortó a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo” (1Tim.4:16). Y dice: “Dios nos ha dado espíritu de poder, de amor y de dominio propio” (2Tm.1:7).
Es difícil detener los deseos de la carne, por eso Dios nos ayuda en esta lucha; no hay justificación para llenarse de amarguras ni para la venganza; el mismo rey David le pidió a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio. Y renueva un espíritu recto dentro de mí (Sal.51:10).
Cuerpo:
v.3-4. Una actitud abominable. Para el rey de Amón, los príncipes fueron cautelosos al ponerlo sobre aviso de las intenciones de los embajadores que envió David; muchos piensan así, sin primero, antes de actuar, examinarse de cuál es la intención que le empuja a sospechar de alguien o de algo. Aunque mayormente la persona sabe que actúa de acuerdo a su concupiscencia, es decir, con raíces de amargura o de venganza: Devolver mal por mal. Cuando es llamado a actuar todo lo contrario:
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mat.5:43-48).
Entonces, una cosa es ser cauteloso, y otra es pensar con malicia. Estos príncipes envenenaron el corazón del rey, del cual, sin ninguna justificación, humilló a los hombres que habían sido enviados para mostrar, sinceramente, respeto y consolación. No hay duda que actuaron con mala intención. Los príncipes actuaron mostrando cautela, cuando en realidad lo hicieron con maldad, es decir, actuaron encubiertamente. Jesús nos advirtió a tener cuidado con los “Lobos vestidos de ovejas”
v.6. No se arrepintieron de sus malas actitudes. Obviamente, ellos esperaban que la reacción de David fuese negativa a ellos. No corrigieron sus errores, sino que se pusieron a la defensiva; pues se prepararon para la guerra.
Qué bochornoso le es a un creyente caer en este error, en vez de avergonzarse de su mala actitud, busca como justificarse y a la vez se pone a la defensiva, añadiendo más mal a su vida. Dice la Biblia que: “Viendo los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David”. Es decir, la reacción de David ante un hecho vergonzoso, no fue impredecible, sino que era obvio para ellos. La Biblia presenta la malicia como un hecho inmoral (1Cor.5:8). Es decir, que el creyente debe estar claro, para luego arrepentirse, de que es pecado, y que la paga del pecado es la muerte.
Los amonitas fueron derrotados juntamente con los sirios a los cuales pagaron para que les acompañara en la guerra contra David.
Así pues, es un precedente, que las consecuencias del pecado, traerá destrucción en la vida. La Biblia dice que: “Dios no tendrá por inocente al culpable”. O se arrepiente, que es parte de la oportunidad que Dios da, o sufrirá las consecuencias de la maldad.