Introducción:
Habíamos señalado que la promesa de un reino estable y perdurable a Salomón, era condicional (v.5-7). Su padre David le exhortó a que sea íntegro ante Dios, y que le sirva de una manera voluntaria; es decir, sin fingimiento, ni por obligación ni forzado.
Debemos pensar que a nadie le gustaría ni le agradaría que le sirvan de esa manera, sino con disposición y amor.
Cuerpo:
v.4-5. Alcanzados por la gracia de Dios. Empezando con el pueblo de Israel, de esa nación, se eligió a la tribu de Judá y de ella la casa de Isaí de donde fue llamado David para ser el rey; y de entre los hijos de él, fue elegido Salomón. Todos llevan una distinción: La Gracia de Dios.
Gracia que ahora, nos alcanzó a nosotros los redimidos a través del Señor Jesucristo; con el mismo propósito que fueron llamados los antes descritos, de ser testimonios vivos de la Gracia, Misericordia y Amor de Dios, ahora manifestado a través de su Hijo Jesús, nuestro Salvador. Qué bueno y sano a la vez, mantener en el corazón esa verdad de Dios. Por eso Dios no se avergonzó de dar testimonio de ellos, y ahora, Jesús, de: “Llamarnos hermanos” (Heb.2:11).
v.9. Dios conoce lo oculto del corazón del hombre. ¡Qué insensatez! Mayormente en muchos cristianos, pretender esconder ante Dios, sus pensamientos malos hacia el prójimo y de fingir amor. Dice el rey David, que: “Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos”. Por eso, David exhorta a su hijo Salomón a que: “Reconozca a Dios, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario”.
David, no solo tuvo experiencias preciosas con Dios, sino también experiencias amargas al actuar y pecar contra Dios: Uno de ellos fue al ser descubierto su adulterio y homicidio sobre uno de sus soldados fieles. Pagó un alto precio de dolor y vergüenza.