(El creyente sujeto al Espíritu Santo)
Introducción:
El apóstol Pablo señaló que el creyente tiene su identidad y vocación en Cristo:
-Al ser reconciliados: “De dos pueblos, hizo un solo pueblo, para venir a ser la familia de Dios (v.2:4,19).
-Somos un cuerpo, llamado: La iglesia de Cristo (v.1:22-23).
-Vocación, el llamamiento de realizar la obra de Dios: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mat.28:19-20).
Cuando el creyente entiende cuál es su posición y objetivo entonces, podrá ser el instrumento de justicia en el propósito de Dios.
Cuerpo:
v.3. Diligentes en la unidad del cuerpo de Cristo. Recordemos que cada miembro de un cuerpo, es distinto y diferente en sus funciones. Sin embargo, ninguno hace lo que quiere, sino que: “Funciona coordinado y ordenado cumple su objetivo de ser un cuerpo perfecto. Cada miembro es llamado a trabajar en esa unidad, obedeciendo la cabeza, que es Cristo, a través de la palabra de Dios. Ejemplo: El centurión romano al concebir la fe: Da la orden y mi siervo sanará. Y expresó que él era un hombre sujeto a autoridad y tenía a hombres bajo su autoridad: “A este digo ve, y va; a otro: Ven, y viene.
Nosotros estamos bajo autoridad en Cristo, bajo el Espíritu Santo, quién es el que nos une y nos coordina. Mientras estemos sujetos al Espíritu Santo, funcionaremos perfectos como un cuerpo.
v.4-6. Una sola visión. Como somos diferentes, todos tenemos pensamientos distintos, pero en Cristo, no vamos a seguir lo que cada uno piensa, pues esto llevaría a una contienda y división; sino que vamos a seguir la voluntad y propósito, en este caso, del Espíritu Santo, como está escrito: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (v.7). Es decir, se nos dieron habilidades, las cuales debemos ponerlos al servicio de Dios. Entonces, nuestros pensamientos sujetos a los pensamientos del Espíritu Santo: “Un cuerpo, y un Espíritu…una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y en todos”.
v.2. Los frutos de la fe. Todos en obediencia a los principios de Dios: “Con toda humildad”: Como Cristo nos enseñó con su ejemplo, que, siendo Señor, sirvió a los demás obedeciendo el propósito de su Padre.
“Mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”. El ser manso es todo lo contrario a ser odioso; es ser bondadoso en el trato con los demás.
“Paciencia”, En ayudarse unos a otros. No crea un grupo para dividir, sino para edificar. Viene a ser como un amigo.